lunes, 25 de febrero de 2008

Los inicios del Piojo López

El carnet del Piojo, cuando jugaba en Independiente de Río Tercero.

Claudio Javier López nació el 17 de julio de 1974 en Río Tercero, Córdoba, Argentina. Único hijo de 'Tito' y Esther, comenzó a jugar al fútbol con chicos más grandes que él en tamaño y edad, que cuando lo pasaban a buscar a su casa preguntaban por “el Piojito”. De ahí nace su apodo. En la infancia se destacó jugando al básquet (como buen cordobés, era hincha de Atenas y su ídolo era Marcelo Milanesio) y al fútbol, pero ya en la adolescencia, por una cuestión de tiempo y ante un pedido de papá Tito, tuvo que elegir, y eligió el fútbol.
Dejó el club de su infancia, Independiente de Río Tercero, a los 13 años, para empezar a jugar oficialmente en Huracán de su ciudad. En 1988 volvió a Independiente, y pronto tuvo su primera posibilidad en Buenos Aires cuando hizo una prueba en Estudiantes de La Plata, con edad de Sexta División. Estuvo en la pensión del club durante varios meses, compartiendo equipo con Juan Sebastián Verón y siendo dirigido por el papá de la Brujita: Juan Ramón Verón. Pero el Piojo extrañaba, extrañaba y extrañaba, y algunos problemas con los dirigentes ayudaron a que pegue la vuelta para Córdoba, para el barrio, para la familia. “Al principio, cuando surgió la posibilidad de Estudiantes, mis padres estaban muy contentos, todo era una maravilla. Pero cuando llegó el momento de partir me costó mucho…”, contó Claudio.
Se probó en Belgrano (club del que es hincha) y Talleres. “En Belgrano le dijeron que ya tenían muchos delanteros como él; y en Talleres quedaron en llamarlo y no lo hicieron”, recuerda Tito. Estuvo seis meses sin jugar hasta que por la patria potestad recuperó su pase, que estaba en poder de Estudiantes. El Piojo recargó pilas y la rompió en Universitario de Córdoba, donde jugó en 1990 y 1991, hasta el punto que en la actualidad uno de los vestuarios del club cordobés se llama Claudio López.
Su nivel en Córdoba empezaba a ser un secreto a voces y hasta lo convocaron para jugar en la Selección Nacional Sub 20, pero finalmente el amistoso se canceló y el Piojo sólo pudo mostrarse en los entrenamientos. Manuel Patiño, que había comprado su pase por 5.000 dólares, lo convenció de probar suerte otra vez en Buenos Aires y le consiguió una prueba en Platense. El club de Vicente López lo sumó durante la pretemporada del verano del ’92 sin hacerle contrato, hasta que Racing de Avellaneda le acercó una propuesta firme. En agosto de 1992, días después de cumplir 17 años, a Claudio le llegaba la chance en un club grande de la Argentina. La despedida de mamá Esther y papá Tito, esta vez, era muy especial: sabían (y deseaban) que tenía que ser definitiva. Que su Piojito, esta vez, tenía que seguir adelante.

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