domingo, 8 de febrero de 2009

3 de diciembre de 1995: fiesta en La Bombonera

La tarde fue tarde hasta que Racing empezó a jugar. Después, fue una fiesta. Fue la fiesta de los artesanos antes que de los mercaderes, fue la fiesta de los soñadores antes que de los satisfechos, fue la fiesta de mi infancia.

Porque a los 4', el Piojo -sí, el Piojo- se despatarró un rato por la izquierda, la mano rápida, y dibujó un arco con la trayectoria de la pelota hasta depositarla en el corazón del área rival. Un defensor llegó a soplarla sólo para acomodársela mejor a la zurda gótica –más gótica que siempre- del Mago Capria, que a contraviento sacudió la somnolencia de la red que don Navarro Montoya había jurado defender. Uf: Racing arriba 1-0.

Boca era el Boquita de los sueños. A tres fechas del final, a tres fechitas de ser campeón, puntero, invicto (había recibido 6 goles en 16 fechas), con Maradona todavía presentable, con el letal Manteca Martínez, con el Mono, con Giunta, con el Kily González. Pero uf: Racing arriba 1-0.

No iban ni 11 minutos cuando Capria –mas brillante que siempre- empujaba la pelota con la pierna izquierda y hacia delante, a ras del suelo, casualmente justito para que otro hombre que corría por ahí, Marcelo Delgado, llegara a la carrera y con patear una sola vez (alto, por arriba del señor que atajaba) hiciera que los hombres de traje de las cabinas extiendan a la letra “o” durante un ratito.

Un ratito fue lo que pasó hasta que el Piojo –sí, el Piojo- se chisporroteó entre Medero y Fabbri en una jugada sin más inteligencias que la del cordobés, que le pegó con la punta de su zapato izquierdo, con suficiente fuerza para que Navarro Montoya otra vez tuviera ganas de romperle la cara a la tarde. Pero la tarde ya no era tarde, era fiesta. 12 minutos de fiesta iban: Boca 0 Racing 3.

Racing era La Acadé de los sueños. Había ganado 3-0 y 4-1 sus últimos dos partidos y, aunque la punta le quedaba 5 puntos lejos, disfrutaba de Capria, del Chelo, de Pompei, del Piojo -sí, el Piojo-. Pero uf: centro de Diego, cabezazo de Mac Allister y 1-3. Uf: penal a Tchami, gol de Diego y 2-3. Uf. Entretiempo.

La tensión fue tensión hasta que Racing empezó a jugar. Después, fue una fiesta. Fue la fiesta de los progresistas antes que de los conservadores, fue la fiesta de los sensibles antes que de los racionales, fue la fiesta de mi voz.

Porque a los 2’ del segundo tiempo, la zurda rebelde –más rebelde que siempre- del Mago Capria ajustó sus músculos para un movimiento quirúrgico, para un remate neto, esta vez en el otro arco. Uf: Racing arriba 4-2.

Y el Piojo –sí, el Piojo- que celebra la vida con un taco de ésos que por un momento detienen el tiempo, para que De Vicente deje out al Mono y la cabeza de Capria –más rápida que siempre- diga que cinco, que cinco veces ya sonreímos, que cinco veces la fiesta fue un poco más fiesta, que van cinco uf: Boca 2 Racing 5.

Descontó Boca, claro que descontó, porque las grandes fiestas tienen grandes finales. Pero el Piojo –sí, Piojo, vos- se encontró con la pelota con la que todos estaban jugando en el círculo central y empezó a correr hacia el campo rival. Y le gustó tanto, y la midió tanto, y la deseó tanto que no podía perderse, no podía olvidarse, no podía no existir ese sexto gol majestuoso, liberador, vívido. Ese rebote en la parte interna de un poste para que la llegada a la red sea suave como el aire que llenaba los pulmones racinguistas. El Piojo –sí, sí, el Piojo- era el dueño del 6-3, y si después fue 6-4 no me importa.

Porque Racing, señores, una tarde que podría haber sido una tarde más, hizo de la tarde una fiesta. La fiesta del Mago, la fiesta del Chelo, la fiesta de Nacho y de millones de almas celestes y blancas. Y la fiesta, claro, del Piojo. Sí, sí: del Piojo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Siempre hay recuerdos para festejar. Es muy bueno el blog y Martín Estévez es un gran periodista.

SFC dijo...

Qué tarde, por favor! Inolvidable! Irrepetible! Un deleite incomparable! De los mejores partidos de la parte de la historia de Racing que yo viví. Salud, Martín!